Elisabeth Küb1er-Ross supo desde muy joven que su misión era la de aliviar el sufrimiento humano y ese compromiso le llevó primero al cuidado de enfermos terminales y posteriormente a enfermos con sida.
Le impresionó profundamente la muerte de un granjero amigo
de sus padres quien desahuciado por el hospital, volvió a su casa a morir y tuvo
tiempo para despedirse de todos sus familiares. Murió en una habitación llena de
flores y mirando por la ventana sus árboles frutales.
Los textos en letra azul son manifestaciones de la Dra Kübler-Ross.
“La dignidad, el amor y la paz que ví
allí me dejaron una impresión imborrable…
Mentalmente comparé su muerte con la de Susy… El granjero había tenido lo que yo ahora llamo una BUENA MUERTE: falleció en su casa rodeado de amor, de respeto, dignidad y afecto”
Mentalmente comparé su muerte con la de Susy… El granjero había tenido lo que yo ahora llamo una BUENA MUERTE: falleció en su casa rodeado de amor, de respeto, dignidad y afecto”
Trabajos realizados por ella supusieron su entrada en el mundo de la tanatología, disciplina que ella misma contribuyó a su desarrollo.
Observó que muchos médicos evitaban rutinariamente referirse a cualquier cosa
que tuviera que ver con la muerte. Se rechazaba, evitaba y mentía a los
pacientes moribundos. Y cuanto más graves estaban peor se les trataba.
Así describe cómo observaba el cuidado a los enfermos próximos a morir:
“Se les ponía en las habitaciones más
alejadas de los puestos de enfermeras, se les obligaba a permanecer acostados
bajo fuertes luces que no podían apagar, no podían recibir visitas fuera de las
horas prescritas. Se les dejaba morir solos, como si la muerte fuera
algo contagioso”.
“Mi trabajo con las enfermas
esquizofrénicas me había enseñado que existe un poder sanador que
trasciende los medicamentos, que trasciende la ciencia y eso es lo que
yo llevaba cada día a las salas del hospital. Durante mis visitas a los enfermos
me sentaba en las camas, les cogía las manos y hablaba durante horas con ellos.
Así aprendí que no hay ni un solo moribundo que no anhele cariño,
contacto o comunicación. Los moribundos no desean ese distanciamiento
sin riesgos que practican los médicos. Ansían sinceridad”
Otros pensamientos de ella relacionados con el trato dado a estos pacientes eran:
“La mayoría de los médicos se mostraban
demasiado distanciados en su trato con los pacientes… Necesitaban tratar a los
pacientes como seres humanos iguales que ellos…
Para todos los médicos la muerte significaba un fracaso”
Para todos los médicos la muerte significaba un fracaso”
“Mi meta era romper con la barrera de
negación profesional
que prohibía a los pacientes expresar sus más íntimas preocupaciones”
que prohibía a los pacientes expresar sus más íntimas preocupaciones”
“La gente no tiene miedo a morir,
la gente tiene miedo a morir en una unidad de cuidados
intensivos, alejados del alimento espiritual que da una mano amorosa ,
separados de la posibilidad de experimentar las cosas que hacen que la vida
valga la pena”.
Fué una de las personas que comenzó a estudiar la muerte, se convirtió en una voz
crítica, que clamaba para poner fin al tipo de muerte hospitalaria:
fría, triste e impersonal y luchó porque el paciente recuperase su
intimidad y tuviese apoyo y comprensión.
Ella afirmaba que los enfermos le
transmitieron mucha sabiduría y que todos ganamos en el trato con
enfermos terminales.
“Estar sentado en la cabecera de
un moribundo es un regalo, nuestro mejor maestro.
De ahí saldremos más enteros, más enriquecidos.”
De ahí saldremos más enteros, más enriquecidos.”
“Escuchando a pacientes moribundos
todos comprendimos que deberíamos haber actuado de otra manera en el
pasado y que podíamos hacerlo mejor en el futuro”
NO OLVIDAR MIRAR LA ENTRADA DE CUIDADOS PALIATIVOS DEL DÍA 01/04/12
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